Resultados de las encuestas electorales de las elecciones catalanas 2021

¿Se celebrarán las elecciones catalanas el próximo 14 de febrero? ¿Quién ganará? Y lo que es más preocupante ¿Quién gobernará desde el Palacio de la Generalidad? ¿Se indultará, pasándose por el forro de la entrepierna la ley, a los condenados? ¿Qué será, será, será –como dice la canción- de los fugados y residentes fuera de España? ¿Qué juegos políticos y trapicheos se traerán los partidos en liza? ¿Se hundirá –como es lógico y previsible- Ciudadanos? ¿El Partido Popular resurgirá de las cenizas cual ave Fénix?  ¿Vox entrará con fuerza y hasta con grupo  parlamentario propio? ¿El ínclito Salvador Illa –que perderá su silla en Madrid- ganará un sillón en un posible gobierno tripartito? ¿Qué pasará con  la camaleónica y avispada Ada Colau? Muchas interrogaciones y muchas apuestas permiten el teatro de variedades en el que se ha convertido la carpa circense de la política catalana. Todos están nerviositos, preocupados, alterados y pendientes del teléfono en estas elecciones catalanas.


Elecciones catalanas 2021

Encuestas de elecciones catalanas van y encuestas de las elecciones catalanas vienen, pronósticos desalentadores para el ciudadano común, el hombre corriente y normal que cada día afronta, con resignación y hartazgo estratosférico, sus duros quehaceres cotidianos para seguir llevando comida al plato de los suyos y poder echar algo al gaznate.

Cataluña, tierra española, querida y amada, admirada y envidiada antaño, por aquello de su progreso económico diferencial frente al resto de lo hispano, vive –malvive quería decir, perdón- una situación dramática y lamentable, en lo económico, en lo social y en lo político. Dos pandemias azotan, como los látigos romanos lacerantes que llegan hasta el hueso, a los condenados a tener que aguantar tanto dislate, tanta cencerrada y tanto personajillo con galones, o sin ellos, que aburren, cansan, intimidan, pero sobre todo, empujan al personal hasta la ruina, la quiebra, y la emigración a otros lares más propicios y convenientes. Las tierras del antiguo condado –nunca fue reino ni república independiente– , antaño pródigas en riqueza,  se han convertido en eriales dedicados al barbecho.


Primera epidemia: la del independentismo cerril, desequilibrado, desproporcionado y circense. Un vaudeville de pésimo gusto y ninguna gracia. Una comedia de equívocos, de intriga, fugas y huidas, con banda de música y coro de cantores, es el triste espectáculo del “proces” –proceso en castellano- protagonizado por los paladines de la tierra prometida –con minúscula- imposible de todo punto. Siendo honestos, sinceros y verdaderamente honorables –no como los Pujol– el paraíso prometido se ha convertido en las cuevas de Luis Candelas y en el infierno de la Divina Comedia, pero en cutre, casposo, bajuno, chabacano, y picantón.

Esta plaga, de proporciones bíblicas, con sus veleidades banales, caprichosas, y versátiles, por volubles, inestables y tornadizas, entretiene al personal con peroratas y bravatas de cantina, soflamas incendiarias de lo que huela a español y saqueo de las arcas públicas. Patético y conmovedor en su puesta en escena y en sí mismo despreciable por lo negativo de las cualidades con que se adorna. La independencia jaleada no es la solución, es el problema de los ciudadanos catalanes. Ésta es la madre del cordero, es decir, el origen del desgobierno, del despropósito y del fiasco económico, el frentismo social y la ruina de un porvenir provechoso.

No nos engañan, Cataluña es España. Es una comunidad que tiene todos los mimbres para tener un horizonte futuro cuajado de éxitos, de logros, de bonanza y convivencia entre los españoles que allí residen. Cataluña necesita a España –pero no como ahora, mezquina y arrogante desde sus altas instancias gubernamentales- y España necesita a Cataluña –pero no como ahora, timorata, acomplejada, y traicionada por un gobierno felón-  para construirse como estado desarrollado y potente. Que no les cuenten el cuento de la Caperucita independiente y republicana, porque así no es el cuento. El lobo, es decir los fans del secesionismo antiespañol, se está comiendo a la abuelito, al abuelito ya lo despachó hace tiempo, a los papas a los que mandó a emigrar a otras tierras más fértiles y feraces no se les volvió a ver el pelo, y los hermanitos embrutecidos por la xenofobia intransigente, se organizan en partidas reaccionarias dispuestas a la kale borroka a la catalana. Su aportación a la convivencia está de sobra demostrada en sus propuestas escénicas conocidas por todos.


Así pues, mientras el pueblo, entre atemorizado e intimidado, engañado y manipulado, hastiado y aburrido de tanta comedia fatua y extravagante, pero muy cara de mantener, ve cerrar sus negocios, desplazar empresas a otros territorios menos hostiles, comprueba la ineficiencia de la gestión pública, sufre la imposición fiscal incrementada por el afán depredador recaudatorio, y tantísimas bofetadas repartidas por los defensores del catalanismo de la sinrazón, la locura descontrolada y los espurios intereses particulares y partidistas del rancio y retrógrado nazionalismo –con “z”- triunfante en las encuestas de las elecciones en Cataluña 2021 que, a modo de ensaladilla rusa, reflejan un universo multicolor de siglas empujando hacia un camino de perdición inexcusable. ¿Es que no hemos vuelto idiotas? ¿Somos tontos o bobos a jornada completa?

La otra pandemia, la del maldito y criminal coronavirus, sigue segando vidas humanas inocentes, aprieta y colapsa hasta el ahogamiento a nuestros hospitales, abarrota nuestros cementerios y maltrata a una población endémicamente maltratada. Una vez más –me temo que no será la última- quiero trasladar a los que sufren mis condolencias, a los que velan por todos, mi gratitud eterna y sincera. Vosotros sí sois los héroes del silencio. Gracias, muchas gracias, fuerza y mucho ánimo en estas elecciones en Cataluña.

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