En tiempos de COVID, el confinamiento y las medidas restrictivas por las que estamos pasando generan sentimientos de frustración, estrés, miedo, tensión e incluso ansiedad. Esto en cuanto a la población general porque las personas que padecen algún trastorno mental tienen más posibilidades de empeorar.
Estamos viviendo unos momentos muy complicados en los que la salud mental se ha convertido en una atención vital. Ahora bien, ¿cómo puede centrarse la psicología en las nuevas necesidades de la ciudadanía?
Nuevas necesidades, nuevas soluciones
Millones de personas alrededor del mundo han tenido que confinarse en casa y cumplir normas muy restrictivas en cuestión de poco tiempo. En España, gran parte de la población ha tenido que quedarse en casa durante semanas, lo que ha generado episodios de estrés y ansiedad.
Algunas personas son más vulnerables que otras y un cambio en su día a día de tal magnitud puede generar una gran frustración. Incluso algunos niños pueden presentar ciertas dificultades a la hora de entender la necesidad de no salir de casa como antes.
Estas nuevas necesidades deben ser tratadas, de ahí que sea prioritario intensificar la atención psicológica. No obstante, el temor frente al riesgo de contagio en centros de salud y hospitales es latente, por no mencionar que, ante esta situación desbordante, las visitas presenciales se han restringido todo lo posible. De ese modo, la actividad privada se presenta como una alternativa práctica y efectiva.
Salud mental para todos
Estas nuevas necesidades deben atenderse psicológicamente a corto plazo para no agravar la situación del paciente. Básicamente, los esfuerzos de psicólogos y psiquiatras deberán centrarse en gestionar las consecuencias del confinamiento, las derivadas de las muertes de familiares o amigos o las relativas al impacto generado por la crisis sanitaria actual.
Es el caso del gabinete del Dr. Romeu, cuyos profesionales han observado un aumento significativo de los síntomas de depresión y ansiedad en la población general, que incluso pueden empeorar con el tiempo.
Así, la atención de la salud mental se presenta como una de las soluciones para atender las nuevas necesidades. Además, su atención personalizada e intensiva juega un papel clave para reducir el riesgo de contagio por COVID-19 y garantizar el buen cuidado de los pacientes que, por diferentes motivos, no pueden acudir a consulta en su centro médico habitual.
Durante estos meses de incertidumbre, las personas han padecido y sentido alguno de los siguientes síntomas: inquietud, insomnio, aburrimiento, agresividad, irritabilidad, compras desmedidas ante el pánico, depresión, desesperación, confusión, obsesiones y el aumento de síntomas ante psicopatologías previas (fobias, egoísmo, actitudes agresivas, etcétera).
La ideal es compensar todo lo anterior por actitudes positivas y favorables en pro de una buena salud psicológica: Posibilidad de hacer cosas que antes no hacíamos por falta de tiempo (ejercicio, conversar con la familia, arreglar cosas en casa, etcétera), desarrollo de hábitos de higiene y organización, potenciar el uso de la tecnología de la comunicación como videoconferencias, etcétera. No cabe duda de que el coronavirus ha generado preocupación en toda la humanidad, si bien en diferentes circunstancias personales y con diferentes grados. Sea como sea, esta epidemia ha dejado de manifiesto la importancia de la psicología en la práctica médica a la hora de atender el agravamiento de la salud psicológica en toda la población.