Estos días, en charlas con autónomos, dueños de bares y amigos que tienen pequeños negocios, una duda persistente sobrevuela todas nuestras conversaciones: ¿Qué nos pasará en los próximos meses? ¿Qué nueva desgracia nos reservará el futuro inmediato?
Sin tener acceso al Oráculo de Delfos, es decir, sin conocer la respuesta de una divinidad griega sobre lo que nos va a pasar, ni poder leer en las entrañas calientes de un animal sacrificado (llevo lentes y se empañan con facilidad), lo único que se me ocurre es mirar hacia China y analizar, con frialdad y escepticismo, lo que está pasando en ese continente sorprendente donde conviven la dictadura política del Partido Comunista, las maravillas inquietantes del 5G, los murciélagos a la parrilla, los mercados insalubres y una economía capitalista monitorizada.
China nos lleva casi 3 meses de ventaja en la lucha con el Covid-19 y, observando lo que pasa allí ahora, se pueden sacar las siguientes conclusiones sobre lo que nos pasará pronto:
- La mayor amenaza seguirá siendo el virus. Aunque, al parecer, China no ha registrado aún ningún rebrote relevante, el miedo persiste en el ambiente.
- El control de los nuevos casos no ha evitado que el consumo interno siga bajo mínimos. Como diría mi suegra vasca, el consumo está achicopalado. ¿Motivos? Miedo a la infección, mantenimiento de las medidas de distanciamiento (si antes ya era difícil venderle algo a alguien en persona… ¡imaginaros ahora!) y el aumento del desempleo y la caída del poder adquisitivo.
- El repunte de la producción industrial que se ha producido también está muy condicionado por el dichoso virus.
En resumen, y sin sutilezas, el panorama económico y social de nuestro país se presenta muy sombrío. Muchos expertos vaticinan que nuestro Producto Interior Bruto (PIB) puede caer casi un 11 por 100 en el 2020. Hace apenas unos meses, estimar que nuestro PIB iba a subir 2 puntos significaba decir que se iban a crear entre 250 y 300 mil puestos de trabajo. Trabajos temporales (sí), trabajos a tiempo parcial (también) pero, a fin de cuentas, trabajos que creaban movimiento y circulación del dinero, el combustible de la maquinaria del comercio.
La Historia del Comercio, bien documentada por Antonio Escohotado en su famoso libro sobre el tema, es la historia del progreso económico, social y cultural de todas las civilizaciones. Sin comercio, no hay intercambio de valor, no se genera valor añadido, no hay beneficios, no hay excedentes de capital para emprender nuevos proyectos y reproducir el ciclo de la fertilidad económica: inversión, trabajo, producción, consumo y crecimiento.
Una caída del 11 por 100 de nuestro PIB puede llevar a nuestro país a la escalofriante cifra de 7 millones de parados. Lo nunca visto, ni en Democracia, ni en la Dictadura. ¿Responsable de esta hecatombe de proporciones bíblicas? Esta vez no ha sido el crack bursátil del 29, ni los meses de sequía infernal que arruinaron 2 cosechas consecutivas a los campesinos del medio oeste estadounidense, ni el estallido de la burbuja inmobiliaria del 2008, ni los chanchullos de los financieros de Wall Street que vendieron a medio mundo derivados financieros podridos.
Esta vez el responsable directo e indirecto de la muerte de más de 44.000 personas en nuestro país, según el Instituto Nacional de Estadística, ha sido un virus bautizado con el nombre de Covid-19. Un ser invisible a nuestros ojos, cuyo tamaño equivale a la milésima parte del grosor de un cabello humano, y que los científicos no saben a ciencia cierta si son organismos vivos o no. Lo que si saben con toda seguridad es que los virus son agentes infecciosos que necesitan un organismo vivo para multiplicarse. Es decir, están catalogados como auténticos parásitos.
«El Presidente del Gobierno Pedro Sánchez cometió varios plagios en su tesis doctoral y no ha pasado absolutamente nada»
Alejandro Nestor
Los virus parecen poca cosa comparados con la complejidad biológica e intelectual del ser humano que se encuentra en la cúspide de la pirámide biológica de nuestro planeta. La secuencia genética de un virus tiene casi 20.000 letras. La secuencia genética de un ser humano tiene 3.200 millones de letras. Aparentemente, no hay color. No hay comparación posible. Un virus tiene 10 genes y los seres humanos casi 25.000 genes.
Pero, entre los 10 genes de los virus, hay uno que es más corpulento que los demás (al parecer, es el que lleva “la voz cantante”) y, mediante una llave o ganzúa biológica, abre la puerta del domicilio de una célula humana sin su permiso, entra en el interior del hogar de la célula y se apropia de toda su maquinaria para reproducirse sin control. Generando una infección generalizada en el organismo humano que, a día de hoy, ha provocado más de 365.000 muertes en todo el planeta.
La pandemia sólo desaparecerá cuando tengamos una o varias vacunas seguras para terminar con el virus del Covid-19. Los expertos estiman que esto ocurrirá a principios de 2021, cuando exista suficiente producción de vacunas para poder realizar campañas masivas de vacunación en todo el mundo. Las consecuencias económicas de este parásito maligno, en cambio, no tienen fecha de caducidad. Si se confirman las peores previsiones (7 millones de parados), España entrará en un terreno desconocido, en un expediente X en lo social y en lo económico.
La Unión Europea (UE), en previsión de esta catástrofe, ha aprobado una ayuda para España de 140.446 millones de euros (77.324 millones de euros en forma de transferencias a fondo perdido y 63.122 millones de euros en préstamos con condiciones). Es realmente espectacular. Hay que tener en cuenta que, desde que España entró en la UE hasta la fecha de hoy (es decir, entre 1986 y 2020) la UE había invertido 150.000 millones de euros en 34 años.
Ante semejante chorro de dinero, ciertos medios de comunicación, tertulianos, politólogos y políticos están bastante alborotados. Algunos, al oír que más de los 77.000 millones de euros serán a fondo perdido, han empezado a salivar más de la cuenta, como si olieran un solomillo a la brasa con un ligero toque a la pimienta verde. Pero, ojo señores, esta Unión Europea de ahora no está dispuesta a pagar festines de parásitos de la corrupción como ya ocurrió muchas veces en el pasado, o financiar aeropuertos sin pasajeros, o subvencionar autopistas sin coches, o a pasar por alto comisiones del 3, 5 y 20 por ciento en las concesiones de obra pública financiadas en parte por Europa.
España, por demérito de su clase política en su conjunto, está bajo sospecha y en la lista negra de los austeros y moralistas políticos de la Europa del Norte. No es de extrañar. En Alemania, si descubren que un Ministro de Defensa plagia parte de su tesis doctoral de Derecho (como le pasó a Karl Theodor Zu Guttemberg, el político alemán mejor valorado en su momento, y destinado a suceder a Angela Merkel), el responsable del engaño ha de dimitir “ipso facto”. No hay escusas. Y así lo hizo Karl Theodor que, tras dimitir, renunció a su título de doctor y se marchó a casa profundamente avergonzado.
Aquí, en cambio, según ha denunciado la prensa en múltiples ocasiones, el Presidente del Gobierno Pedro Sánchez cometió varios plagios en su tesis doctoral (presentó trabajos ajenos como propios, incluyó frases de otros sin citarlos, no usó comillas en las citas literales,… en fin, empleó todo el repertorio del “buen plagiador”) y no ha pasado absolutamente nada. Bueno, sí. En realidad pasó que el tribunal académico que evaluaba su tesis (formado por 3 expertos que no tenían conocimiento sobre la materia examinada -la diplomacia económica- y otros 2 miembros que habían tenido la misma directora de tesis que el examinado Pedro Sánchez) aprobó la tesis doctoral con la máxima nota posible, “Cum Laude”. Muchos estamos convencidos que, si hubiera sido posible, ese tribunal le hubiera dado un “Divinus Cum Laude”… pese a que ninguno de sus miembros se percató (¿leyeron en realidad la tesis o se tomaron un café en el bar de la facultad?) que Pedro Sánchez confundía en su tesis doctoral mil millones de euros con 1 billón de euros (1 millón de millones de euros). Menudo economista.
Así es el Doctor “Cum Laude” en Diplomacia Económica que aspira a gestionar los 140.446 millones de euros que Europa piensa enviar a España. Otra faceta llamativa de la personalidad de Pedro Sánchez en su propensión a mentir. Muchos mentimos en esta vida, pero son mentirijillas blancas, mentirijillas inocentes. Ejemplo: ¿Cariño, has comprado el pan que te pedí?, me preguntó hace poco mi mujer. “Lo siento, mi amor, la panadería estaba cerrada” le mentí a mi mujer para no tener que reconocer que se me había olvidado hacer el recado que me pidió. Esto es una mentira blanca, una estrategia de buena convivencia conyugal.
Ahora bien, cuando en máxima hora de audiencia televisiva, un candidato a la Presidencia del Gobierno de España afirma ante millones de ciudadanos que “nunca pactará con Bildu”, los herederos de ETA, los que pusieron una bomba en Hipercor y asesinaron a 21 personas y hirieron de gravedad a otras 42 víctimas, y a la primera de cambio pacta con Otegui, francamente, uno se queda de piedra. O, cuando aseguró días antes de las últimas elecciones que “pactar con Podemos le quitaba el sueño”, y lo primero que hizo tras conocer los resultados de los comicios fue juntarse con Pablo Iglesias… uno ya no sabe qué pensar sobre semejante personaje. ¿Quién tenemos por Presidente del Gobierno? ¿Quién es en realidad Pedro Sánchez? ¿Un ser asocial, un amoral o un mentiroso patológico?
En la Unión Europea no se hacen públicamente estas preguntas (diplomacia obliga) pero no se fían del Gobierno que tenemos. No en vano Ursula von der Leyen, la actual presidenta de la Comisión Europea, tiene un ojo clínico de cuidado. Estudió en la Escuela de Economía de Londres, y más tarde se licenció en Medicina en Alemania (especializándose en la salud de la mujer), habla inglés, francés y alemán a nivel nativo. Ha tenido 7 hijos. Fue Ministra alemana de la Tercera Edad, Mujeres y Juventud. Luego, Ministra de Trabajo, a continuación Ministra de Defensa y, por último, Presidenta de la Comisión Europea.
¿Puede un Presidente de Gobierno español, advenedizo y mentiroso, pegarle el timo de la estampita a una mujer de este calibre? Me parece que no. Cuando Ursula von del Leyen anunció que iba a transferir a España más de 77.000 mil millones a fondo perdido también añadió que, para recibir ese dinero, el Gobierno Español tendrá que presentar un Plan de Inversiones detallado a los restantes Estados miembros de la Unión Europea para su estudio y y posterior aprobación. Ahí está el detalle, como diría el inmortal Cantinflas, un detalle que implica mucha enjundia y no pocas dificultades.
¿Tiene este Gobierno conocimiento suficiente para presentar un plan de inversiones que produzca un retorno positivo, es decir, que impulse una economía que genere un valor añadido superior a la cantidad invertida? Sabemos que una parte de esos 77.000 millones de euros irán a cubrir los gastos imprevistos provocados por las deficiencias de nuestro sistema público de salud. Es obvio. Necesariamente habrá que invertir en Sanidad para que, en la próxima pandemia, no tengamos que enfrentarnos a la terrible decisión de decidir a quien se le puede aplicar un respirador artificial, y a quien no, dependiendo de la edad del afectado.
«En el actual Gobierno de España hay 22 ministros y todos, a excepción de Pedro Duque e Irene Montero, vienen del sector público»
También habrá que asistir económicamente a las familias que, literalmente, se han quedado sin recursos para comer y subsistir. La mayoría estamos de acuerdo en aplicar estas medidas asistenciales urgentes. Pero esta asistencia debe ser temporal. No podemos aspirar a convertir España en un asilo de parados y subsidiados permanentes. Sería la ruina económica y moral de nuestro país. Y, en este punto, es cuando las decisiones de inversiones que se adopten cobran una relevancia extraordinaria. ¿Sabrá este Gobierno invertir ese dinero que viene de Europa y generar riqueza real? ¿Entre los ministros que tenemos hay alguien que, a lo largo de su vida, ha creado algún puesto de trabajo en el sector privado?
En el actual Gobierno de España hay 22 ministros y todos, a excepción de Pedro Duque e Irene Montero, vienen del sector público. ¿Es esto lógico? ¿Es esto racional? Un Gobierno que presume de “progresista y amante de la diversidad” está formado casi exclusivamente por burócratas adictos a la “tinta normativa” del Boletín Oficial del Estado cuando, en la economía real, el peso de lo público supone el 41 por 100 del Producto Interior Bruto (PIB) frente al 59 por 100 del sector privado. Esto, estructuralmente, se parece más al tardofranquismo que a la España dinámica y pujante por la que hemos luchado estos 30 últimos años.
El Gobierno que presume de representar a todo el pueblo, en realidad, representa a solo una pequeña parte de los empleados. En España, el sector público da empleo al 16 por 100 de la población activa según datos del INE del 2018. En cambio, los empleados o trabajadores del sector privado representa el 84 por 100. ¿Dónde están los representantes de los autónomos, los comerciantes, los profesionales, los empleados privados y los microempresarios? Francamente, muchos no nos sentimos representados por un Gobierno que se llama a sí mismo “progresista” cuando, en realidad, solo ve la economía a través del Estado.
Ahí están los ejemplos paradigmáticos de Pablo Iglesias y su compañera sentimental Irene Montero. En seis años de constante indignación (hay que ver cómo se les hincha la vena del cuello cuando salen en televisión denunciando los pecados de este mundo cruel) han cumplido los sueños de los cientos de miles de jóvenes que les siguen como si fueran una secta “Hare Krisna”. Se han instalado en el Nirvana del sistema capitalista (chalet en la sierra madrileña de más de 2000 metros cuadrados, con chacha, chucho y chófer incluidos) a base de chupar del erario público. Para sus bases Pablo Iglesias es todo un héroe. Da cargos, nombra asesores y reparte el dinero público que tanto nos cuesta ganar. Para el resto de los sufridos contribuyentes, para mi peluquero que me cobra 10 euros el corte de pelo, para el autónomo que me limpia los cristales y el taxista que trabaja 12 horas al día Pablo Iglesias es un parásito. ¿Podrá nuestra economía superar al virus y los parásitos que nos acechan?
Periodista y consultor de empresas.