Una empresa cierra ante la crisis del covid-19. Despierta España
Una empresa cierra ante la crisis del covid-19

España, nuestra Patria común, casa de todos los españoles de bien, con sentimientos y poderosas razones hermanadas en una historia compartida, se desangra y languidece de manera incontenible, irrefrenable, desenfrenada y atronadora. En el presente se están escribiendo los capítulos más oscuros, tenebrosos y tétricos de nuestra crónica reciente. El relato y la narración de los hechos y acontecimientos no pueden ser más aciagos, infaustos y desventurados.


Las tres plagas de España

Tres plagas de proporciones apocalípticas –no es exagerado en absoluto mi afirmación-, nos aquejan y condenan a vivir una especie de noche de los tiempos, una penumbra que ahoga e intimida nos acosa, que nos  amedrenta  y atemoriza de manera in misericorde.

El pueblo español sufre, calla, y se entrega a un estado de abatimiento, melancolía, hastío y apatía incontestable. Un derrotismo y un conformismo, aparentemente indolente, se ha instalado y cronificado en nuestras conciencias y corazones. No hay respuesta apenas, las discrepancias y las voces de la disidencia quedan reducidas a pequeños círculos de opinión y poco más. El espíritu de comunidad se diluye, el afán por construir un futuro esperanzador se desvanece dando paso a una simple lucha por la supervivencia individual.

Para la inmensa mayoría el futuro es un tiempo demasiado lejano cuando  se tiene un presente apenas esperanzador. El pesimismo se abre paso de  una forma triunfal, implacable e insultante para aquellos que creemos en España, en los españoles y que, desde nuestro profundo amor a la tierra que nos vio nacer, nos revelamos contra un destino sombrío anticipadamente impuesto ¡España, despierta!

1ª plaga. El coronavirus

La primera de las plagas –el coronavirus-, está asolando al mundo, segando a capricho millones de vidas humanas. Las cifras hablan por sí solas, pese a que algunos quieran disfrazarlas con demagogia y discursos melifluos. La muerte trunca la vida de inocentes y mutila familias que no pueden dar su último adiós a sus seres queridos. Hospitales desbordados en las UCI y las urgencias; Centros de Atención Primaria colapsados por la avalancha de compatriotas en busca de asistencia; residencias de la tercera edad convertidas en auténticas sedes del dolor y el sufrimiento; tanatorios sin capacidad de respuesta a la demanda de féretros; pistas de hielo convertidas en improvisadas morgues –auténticos depósitos de cadáveres-; hoteles travestidos en alojamientos medicalizados en los que los clientes son pacientes; hospitales de campaña levantados a toda prisa con gran ejemplaridad. Un escenario ciertamente dantesco, y sinceramente infernal,  es el que se puede insinuar de manera lejana a la realidad, puesto que no hay palabras para describir lo espantoso y catastrófico del drama que nos acosa y asedia.

Frente a la acometida criminal de la pandemia, en vanguardia, se sitúan los héroes del silencio, es decir, el personal sanitario y asistencial, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, y tantos otros que, con una entrega sin tasa, intentan arrebatar vidas a la muerte, celebrando cada existencia rescatada a un temprano eterno reposo. Inocentes unos, héroes los otros, no cabe la menor duda.


2ª plaga. Crisis económica y social

La segunda de las plagas, consecuencia y efecto de la primera, es la pertinaz, persistente y obstinada crisis económica y social. Un estado malherido y desangrado se debate en la lucha por sobrevivir en el presente,
sin garantizar un esperanzador e ilusionante futuro a sus súbditos. Las colas del hambre aumentan exponencialmente a medida que discurre el tiempo, las listas del paro no cesan de incorporar a desempleados, el cierre y cese de la actividad económica se ceba en centenares de miles de empresarios, trabajadores y autónomos.

Millones de españoles sufren el azote de una depresión que les arrebata la legitimidad de disfrutar del bienestar, despojándoles de sus trabajos, desposeyéndoles de sus vidas, y apoderándose de los elementales derechos a comer y tener una vivienda merecida. El expolio perpetrado por la pandemia depredadora amasa un botín de dolor, desolación, ruina y destrucción.

Trabajadores españoles

También en este escenario hay personas que protagonizan hazañas extraordinarias. Me refiero a los hombres y mujeres que con decisión, y no menos arrojo, siguen levantando la persiana de sus negocios cada jornada, personas corajudas que no se rinden al desánimo y la dificultad, que arriesgan sus recursos en beneficio del común. Hay emprendedores, empleados, funcionarios y gentes de bien que no doblan la rodilla, que levantan la mirada y afrontan tan desigual duelo. Son verdaderamente honorables, respetables y admirables.

No menos loables, elogiables y meritorios son los voluntarios que con un espíritu solidario inmaculado, se entregan a la asistencia del necesitado, del desvalido y desfavorecido. Son una legión reservada, callada y muda que, con gran diligencia y sacrificio, practican la autentica Justicia Social. Todos ellos merecen nuestro estruendoso aplauso, nuestra imposible gratitud y leal reconocimiento.

3ª plaga. La clase política

Estas dos pandemias  no las hemos escogido, nos han sido impuestas. Las dos son azotes brutales que nos sacuden a escala planetaria. En España, la tercera calamidad  es la plaga política de mercachifles y comediantes que dirigen nuestros destinos. A estos charlatanes de poca monta sí los hemos escogido de manera soberana. Somos culpables, por imprudencia, ignorancia, negligencia o, lo que es peor, por convicción,  de haber designado para gobernar a tales incompetentes y mediocres a jornada completa. Sin talento ni talante; sin competencia ni cualidades; sectarios profesos y comunistas recalentados, desde la tribuna del despropósito y la incontinencia del verbo demagógico, dirigen la destrucción del Estado Social y de Derecho y, en consecuencia, del Estado de Bienestar. Estado desecho y Estado deshecho, que no son sinónimos ni son lo mismo. Los españoles -todos incluidos-, tenemos la deshonrosa distinción en Europa de tener el único gobierno socialcomunista de corte chavista que existe.

Ninguna otra nación tiene un ejecutivo tan esperpéntico como el nuestro. Si a ello añadimos los fans independentistas, nazionalistas, filocomunistas, bilduetarras y demás tropa que jalean y corean a nuestro ilustre presidente, nuestra particular Odisea alcanza aromas de ópera bufa, pero sin carácter cómico ni gracioso. Quisiera alertar con mis palabras al sufrido y doliente pueblo español de la tragedia que supone nuestro letargo, nuestra ceguera política. Podemos variar el rumbo de la historia, cambiar el destino que afrontamos de manera inconsciente, o no. No podemos consentir el desastre al que nos están conduciendo los heraldos de la tercera república ¡DESPIERTA ESPAÑA!

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