La desvergüenza de la Generalitat al haber concedido al delincuente Oriol Pujol unos permisos carcelarios especiales bien merece algunos comentarios.


Nada más llegar al café vimos como nuestro marino se removía en su silla, sorbió de su café y nos espetó:

—He sido un marino que he navegado en todo tipo de mares; unas veces en calma, otras con marejada y muchas con mar gruesa, pero veo que para estos políticos catalanes son unos fulleros, solo saben navegan en su estanque, en su idílico estanque dorado para que nunca ocurra nada. Todo está controlado por la larga mano independentista.

—El nen Oriol Pujol, al que llamaban el Príncipe —continuó nuestro marino—, un «guapito» hijo de papá; heredero, en su día, de la secretaría general de Convergencia, como ocurre en los peores regímenes despóticos y totalitarios; hoy no es más que un delincuente juzgado y condenado por un delito continuado de cohecho, falsedad en documento mercantil y tráfico de influencias. No es más que un «chorizo» de buena familia, para el que se debía de profesar toda la repulsa social.

Se le notaba algo tenso a nuestro marino, por lo que nuestra joven profesora intervino:

 —Es cierto que se han aferrado a una argucia legal y a las competencias de la Generalitat para darle un permiso especial, pero en este caso, suena a infecto, porque los delitos de corrupción deberían tener una pena adicional de ejemplaridad, porque nos roban nuestro dinero y nuestros impuestos, se produce un enriquecimiento ilícito de personas cercanas al régimen, pero también destruyen la credibilidad de las instituciones públicas.

Nuestro marino quería añadir:

—Por esto es infame lo que ha hecho Quim Torra y su gobierno, delinquen una vez más, porque el resquicio que les concede la ley no debería aplicarse a estos casos. No deja de ser un trato de favor para uno de los suyos. El gobierno de Torra, es el cómplice necesario para cometer esta irregularidad, y este hecho debería tener toda la repulsa social. Si admitimos todo esto, somos una sociedad enferma, en la que se desprecian los principios democráticos y demuestra que todos, no somos iguales ante la ley.

—Si no se tratase del quinto hijo de los Pujol-Ferrusola —siguió el marino—, un clan aristocrático de delincuentes, que gobernó y reinó en Cataluña y que inspiró toda la trama infecta del independentismo, seguro que no habría contado con esta lasitud y trato de favor. Hacen falta cómplices para cometer delitos: ¿Lo son los regidores de la Generalitat?

Nos queda una reflexión: Si aceptamos una sociedad en la que se vulneran ciertos principios, en la que algunos patricios —los hijos del régimen— y sus adláteres, llegan al poder y lo convierten en una aristocracia infecta, por mucho que hablen de votaciones, ya no libertad, ya no hay pluralismo, es un régimen tiránico y despótico, aunque todos los días hablen de democracia.

A partir de ahí, todo se puede justificar, todo es posible, y los que lo permitan, los que estén de acuerdo incurren en varias premisas: La primera es que son cómplices de corrupción, la segunda es que toman a los ciudadanos por tontos, y la tercera, si éstos lo permiten y les hacen el caldo gordo, que son tan corruptos como sus dirigentes. Y no vale fundirse en la bandera del independentismo.

Un pueblo que admite sin rubor la mordida, la coima, la mascada, la tajada, el unto, el soborno, el cohecho, las corruptelas, el pago de comisiones, el tráfico de influencias, y no se rebela con ese enriquecimiento ilícito; es un pueblo enfermo, es un pueblo abotargado y adormecido que se está cavando su autodestrucción y acabará sumido en la decadencia en el futuro, aunque le hagan promesas que con la independencia les irá mejor.

La joven profesora, siempre tan culta, nos dijo:

—Estas retratando lo que los americanos llaman el crony capitalism, los negocios de amiguetes. Gentes haciendo negocios y tráfico de influencias con clanes cercanos o dentro del poder. Eso es lo que ha venido ocurriendo en Cataluña todos estos años., sin que nadie pestañee.

Nuestro marino la miró y exclamó:

—Está claro que para progresar en estos mares, hay que ser un delincuente, por lo que me voy a pensar si me busco a alguno de mis amiguetes y hacemos algún «business», así también vamos democratizando esta sociedad, y si hay alguna duda, lo sometemos a votación.

Está claro que las tormentas nos llegan a confundir, aunque siempre se puede navegar con otros vientos, aunque sea a través.

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