El diputado valenciano y separatista Joan Baldoví es de los que sienten la necesidad compulsiva de blanquear continuamente a los suyos aunque sean imputados por delitos graves. Eso es lo que hizo con su amiga Mónica Oltra, la dirigente de Compromís, al acompañarla no hace mucho a una fiesta grotesca de supuesto apoyo por parte de sus bases en la que su lideresa se retorcía, medio histérica-medio llorosa en un extenuante e histriónico ritmo bailón.
Baldoví, que tiene menos ritmo y marcha que un sacristán constipado, daba saltitos tambaleantes para aliviar la tensión que le provocaba el hecho que su jefa tuviera que comparecer ante un juez para explicar las circunstancias por las que la dirigente feminista, presuntamente, no había protegido a una menor abusada por su marido.
Si la disposición moral de políticos como Baldoví es tan voluble y relativista, no es extraño que se deje seducir con facilidad por los cantos de sirena del imaginativo nirvana separatista catalán. Solo así se comprende que los valencianos nacionalistas acepten ser incluidos bajo un paraguas expansionista impuesto por sus colonizadores del norte. Es decir, los Países Catalanes. ¿Cabe mayor humillación para un valenciano de pro?
Sorprendentes e inauditas son las ganas de los políticos de Compromís por favorecer a Cataluña en contra de los intereses de sus propios ciudadanos de la Comunidad Valenciana. ¿Puerto de Valencia? ¿A quién beneficia paralizar su ampliación? Como todos sabemos, esa decisión protege claramente al tráfico del puerto de Barcelona que, desde hace ya unos años, había perdido su hegemonía en el tráfico de contenedores. Los “nacionalistas valencianos” rinden así pleitesía a sus socios pancatalanistas ofreciendo como ofrenda de sumisión el parón del muelle valenciano -auspiciado por Compromís y permitido por el ‘tonto útil’ de Ximo Puig.
La intervención en el Congreso de Ignacio Gil Lázaro, respondiendo a Baldoví, después de que este insultase a su formación, es una de esas intervenciones que se recuerdan por su acierto y buen tino. Gil Lázaro afeó la tendencia de los nacionalistas de Compromís de repetir todo lema desestabilizador diseñado por los golpistas catalanes: “el señor Baldoví y Compromís son lo que son… cotorras parlanchinas” que repiten como papagayos los mantras de los intereses filocatalanistas.
¿En qué se ha convertido el señor Baldoví?: en otro ‘tonto útil’ más. Yo le diré lo que muchos de sus seguidores piensan, y que no osan decirle. Sus compañeros de viaje creen que se ha convertido en el Caballo de Troya del gobierno actual de Cataluña. Baldoví acepta de buen grado ser colonizado por separatistas catalanes que niegan la existencia del valenciano como idioma. De esta manera imponen los modismos, fonética y léxico de la lengua catalana.
Lo que usted aún no se ha dado cuenta, señor Baldoví, es que los nacionalistas catalanes se ríen de ustedes. Sí, señor Baldoví. Los catalanes nacionalistas los consideran sus aldeanos del sur por su acento valenciano. Nunca se lo dirán de frente. No se atreven. Lo reservan para sus espacios íntimos poco ventilados. Pero es de lo que hablan en privado. El concepto que tienen los nacionalistas catalanes de los ciudadanos de Valencia y Baleares es el de que son unos pobres ignorantes que no saben ni hablar bien catalán.
¿Usted cree que tienen suficiente con haber superado el nivel ‘mitjá’ de valenciano o la capacitación? ¿Creen que con eso es suficiente para ser aceptado en Cataluña como un ciudadano más? No. Siento pincharle el globo, pero no. Cuando un valenciano llega a Cataluña, los catalanistas sacan a relucir el rodillo de su superioridad. Le obligan mediante intimidaciones gestuales y sonoras a pasarse al catalán, a imitar su entonación y expresiones. No conozco a ningún valenciano que se haya mudado a Cataluña que no se haya visto obligado a semejante ejercicio de travestismo lingüístico que relega al valenciano a la condición de lengua subsidiaria. Que se lo pregunten si no al artista valenciano Javier Mariscal, afincado en Barcelona desde los años 70, que llegó a afirmar -harto de los desplantes supremacistas locales- que Barcelona sería la mejor ciudad del mundo si no tuviera catalanistas.
Cuando un valenciano llega a Cataluña, piensa que le será fácil entenderse en su lengua local de la Comunidad Valenciana por su semejanza. Sin embargo, ocurre todo lo contrario. A cualquier recién llegado de las ‘tierras bajas’ lo primero que se le exige es que hable “el auténtico catalán”. Porque si no lo hacen, el precio a pagar es alto. Las muecas de desdén no se ocultan. No es un bulo, lo he presenciado en incontables ocasiones.
A los catalanes pata negra, el idioma valenciano les ‘ofende’. Ansían la precisión acústica de su lengua catalana, labrada durante décadas de xenofobia lingüística desde la Transición. Su sensibilidad ante la pronunciación de sonidos ajenos les hace detectar cualquier diferencia o variación fonética o expresiva como si en el oído supremacista se hubiera instalado el mejor diapasón. La presión funciona. Cualquier valenciano que quiera conservar su salud mental y social tendrá que liquidar su deje valenciano del sur e imitar el acento de los hidalgos del norte.
Despierte señor Baldoví: solo se trata de un proceso expansionista más. Esta vez, realizado por los que le han hecho creer que Valencia es Cataluña. Y usted, ni siquiera ha recurrido a lo más básico, lo que viene recogido en todos los libros de historia: que Valencia fue un reino, mientras Cataluña fue un condado.
La palabra francesa para expresar «a pesar de» es MALGRÈ no MALGRET