Putin y la inversión sexual. Barcelona Hoy.
Vladímir Vladímirovich Putin

Barcelona Hoy – Alejandro Nestor | Mientras celebro San Valentín con mi pareja en un restaurante de Alicante, leo en el periódico local una noticia de agencia redactada el 12 de febrero de 2020 desde Moscú que dice literalmente: “Putin asegura que, mientras sea Presidente, en Rusia no se legalizarán los matrimonios entre personas del mismo sexo y precisó que su intención es que los matrimonios homosexuales queden prohibidos por la Constitución”. ¡Con un par!

Lo de Putin no es nuevo. Hace ya unos meses, en una entrevista con el Financial Times, dijo que “la idea liberal sobre la sexualidad ha quedado obsoleta y está en conflicto con los intereses generales de la población”


“Afirma que ahora los niños pueden adoptar cinco o seis géneros. ¿Qué géneros son esos? Francamente, no lo sé. No tenemos problemas con las personas del colectivo LGTBI. Que vivan como quieran. Pero algunas cosas nos parecen excesivas. No debemos permitir que esto eclipse la cultura, las tradiciones y los valores familiares de millones de personas que conforman el núcleo de la población. En Rusia, existe una ley que prohíbe la propaganda homosexual entre menores y considero que es mucho mejor que las personas crezcan, se hagan adultas y después decidan quienes son”.

Oyendo a Putin decir esto es como si estuviera oyendo al mismísimo Abascal, el líder de Vox. Es sorprendente. Putin es el “padrecito” de los escombros de los movimientos comunistas mundiales. Ayuda al dictador Maduro (ha invertido 3.500 millones de euros en la industria petrolera venezolana y ha firmado contratos de armamento militar por valor de 10.000 millones de euros), apoya a Cuba (1.000 millones de euros de préstamos), a Siria y no se pone la camiseta con la cara de Lenin porque, en el fondo, es muy presumido y le gusta vestir como un dandy. No en vano es ciudadano de pleno derecho de la City de Londres y, como todas las corporaciones que tienen su domicilio fiscal en la “milla de oro” londinense, tiene incluso derecho a voto a la hora de elegir su alcalde, el celebérrimo Lord Major.

Que conste que, en la comida de hoy sólo he bebido una Heineken 0,0 y en los postres no he tomado ningún chupito de alcohol, ni me he fumado un peta jamaicano. Pero la lógica de este mundo me tiene completamente dislocado. Pobre Descartes, el famoso filósofo francés que dijo aquello de que “pienso, luego existo”. Ahora, si piensas, alucinas. En España, a Santiago Abascal le llaman de todo y, sin embargo, dice lo mismo que Putin.

A Santiago Abascal, por proponer que en las escuelas no se hable de sexo anal a los niños, le llaman facha y homófobo. A Putin, en cambio, le ríen las gracias aunque tiene menos salero que el confesor del Papa y su mirada es fría como un témpano de hielo azul.

Han pasado 48 horas desde que Putin ha vuelto a poner a parir la enseñanza inclusiva y la izquierda “progresista” española, tan sensible ella con estos temas, no ha dicho ni mu. No se han producido manifestaciones podemitas de repulsa ante la embajada rusa de Madrid, ni las lideresas moradas se han despelotado ante la nueva afrenta ideológica del Zar del Kremlin. La única declaración destacada que he oído estos días a Pablo Iglesias, al salir de la “jornada de convivencia” de 8 horas que todos los miembros del Gobierno social-comunista tuvieron en Quintos de Mora, en Toledo, es la que decía que “él, había aprendido mucho en esa reunión”. ¡Manda huevos! Le pagamos más de 100.000 euros anuales para que acuda a una reunión para proponer soluciones, no para aprender. Se supone que al Gobierno llega uno aprendido.

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