Recuerdo intensamente y con nostalgia la primera Diada de nuestra democracia celebrada en Barcelona en 1977, a la que asistí de la mano de mi padre, y en cambio no logro recordar cuándo dejé de sentir mía esa fiesta, cuándo me sentí excluida de participar en el día grande de mi tierra porque se convirtió en un panfleto separatista en el que se reivindican no sé qué derechos inventados y supuestamente arrebatados a Cataluña en el devenir de una Historia fabricada a medida de los separatistas. Mi hija, lástima, no ha podido disfrutar una fiesta que ya no es de todos los catalanes. Nos han robado nuestras fiestas…
Nací en Barcelona hace ahora 53 años. Mis antepasados paternos llegaron desde Italia hace más de 500 años a esta maravillosa tierra. Mi bisabuelo, catalán y militar, elaboró la primera cartografía de los Pirineos recorriéndolos a caballo. Mis raíces catalanas son profundas, y en cambio ahora se me considera, a mí y a unos cuantos millones de catalanes más, colonos en nuestra propia tierra.
«Han sustituido la Senyera de todos los catalanes por una bandera inventada»
En la Cataluña de ahora, la escuela se ha convertido en un lugar de adoctrinamiento; esteladas, lazos amarillos, libros de texto en los que se inventan la geografía y la historia, prohibición de utilizar el español (no sólo en clase, sino a la hora del recreo), niños señalados por ser hijos de Guardias Civiles o Policías Nacionales. La lista de aberraciones es larga. Intentan robarnos nuestros niños…
Han sustituido la senyera de todos los catalanes por una bandera inventada que es sólo de unos cuantos. Y la española… hay que ser un valiente para lucir tu bandera aquí. Nos han robado nuestras banderas.
También nos han robado nuestra historia, la de verdad. La que estudié en el colegio y de la que luego me empapé devorando libros. La que de verdad te hace entender el porqué nuestro país es el que es. La que te hace sentir orgullosa de ser española, catalana y europea.
«Lucharé para que Cataluña vuelva a ser aquella tierra acogedora en la que nací»
En agosto de 2017, tras el ataque terrorista en Barcelona, decidí asistir a la que debía ser una manifestación de repulsa a los asesinatos de víctimas inocentes. Creí que volvería a emocionarme, como en la manifestación contra el asesinato de Miguel Angel Blanco, ante la unión de cientos de miles de personas que querían rendir homenaje a las víctimas. Me encontré con una manifestación de ataque a nuestras instituciones, a nuestro Jefe de Estado, con una reivindicación del separatismo más radical. Aquella tarde dije BASTA YA y di un paso adelante. Me están robando mi catalanidad, mi identidad, día a día; la mía y la de millones de catalanes que, como yo, creemos que ser catalán no es excluyente, que podemos amar Cataluña, España, Europa y el mundo entero. Pero se acabó el callar. Lucharé para que Cataluña vuelva a ser aquella tierra acogedora en la que nací, para que no hagan suyo lo que es de todos, para que nuestros niños crezcan libres, para proteger los derechos y libertades de los que no pueden dar un paso adelante. Se lo debo a mis padres y abuelos, a mis compañeros y amigos, se lo debo sobre todo a mi hija y a muchos otros hijos. Es mi obligación, así lo siento.
Olé tú. Estoy cansado. El feminismo, el separatismo, el bombardeo victimista, la destructiva ideología de género, la incoherencia, distorsionadora e invasora del lenguaje inclusivo, lo fascioso implícito en la ética del empoderamiento, la legitimación de la usurpación okupa, el desamparo legal y la complicidad activa y/o pasiva de los gobernantes, todo ello me ha derrotado. Por eso te digo: olé tú que lo explicas muy bien. Explicas muy bien cómo los fanáticos y los impostores se han «empoderado» de la vida de los demás.
Menuda patraña que te has inventado.