Barcelona Hoy – Las entelequias del Procés no dejan de sorprendernos, parecerían simples extravagancias sino fuera porque han conseguido crear un clima de confrontación, despropósitos e indefensión para los que no comulgan con sus ideas.
En el café matinal, nuestro viejo marino comentó:
—Es sorprendente el informe de la Guardia Civil sobre los papeles incautados en la casa y en el despacho de Carles Viver Pi Sunyer y que han entregado al Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona. Este juez que fue magistrado del Tribunal Constitucional no deja de sorprendernos. Considerado como uno de los ideólogos y promotores del proceso de secesión, puede que sea una persona de gran preparación legal, pero lo que ha dejado demostrado es que no es un buen juez, porque toda esa formación jurídica está puesta al servicio del mal.
Nuestra joven profesora añadió:
—En ese plan, según se desprende de los papeles, tenían previsto todo un entramado de acciones que no solo rozan la ilegalidad, sino que algunas, directamente delictivas —algo que nunca esperarías de un juez—, contemplaban subterfugios legales, llegando hasta el chantaje a determinados sectores empresariales o económicos que no se mostrasen colaboradores con la independencia. Durante el «proceso de desconexión» proponía saltarse la ley creando fundaciones y sociedades para el nombrar los cargos de confianza y desarrollar una administración paralela. Todo un ejercicio de creatividad, de transparencia y de higiene democrática. ¡Como te puedes fiar de estos sujetos!
Mientras asentía con la cabeza, el viejo marino comentó:
—Otra de las medidas «estrella» era la purga de funcionarios que no fueran de origen catalán tras la independencia y su repatriación. Solo cabría preguntarse si los pensaban repatriar con nocturnidad y alevosía tal como hicieron los nazis en aquellos llamados «Trenes de la muerte». España es un país diverso que tiene en todo su territorio miles y miles de ciudadanos de muchas nacionalidades, con trabajo, propiedades, intereses económicos y sociales, con familia, amistades y toda una vida organizada; y de repente unos iluminados proponen que la independencia suponga su desarraigo y repatriación. ¡Esto es democracia y espíritu europeo! Todo esto tiene un tufillo infecto a la «Solución final» aunque se enfaden con la etiqueta.
Lo sorprendente e incomprensible es que hayan calado estas idean extravagantes en la población, con toda su carga demagógica, basada en datos falsos y mentiras. Es lamentable que un sentimiento legítimo de identidad —como ocurre en todas las regiones de España— se haya convertido en una cruzada independentista y excluyente. La lengua solo es un vehículo de comunicación, no un instrumento político.
—Todas estas payasadas —dijo el viejo marino— serían motivo de risa sino fuera porque detrás hay muchas personas sencillas a las que se les ha impuesto un sentimiento de exclusión y de supremacismo. Esta mayoría de personas que no comparten esas ideas extremistas y excluyentes, llevan esta situación de forma resignada y se callan porque necesitan convivir con los demás y desarrollar su vida con las menos complicaciones posibles. Han obligado a crear una sociedad conformista, que se siente excluida y que ha adoptado aquellos comportamientos definidos por el psicólogo Martin Seligman como la «indefensión aprendida», porque piensan que todo el Procés es un hecho inevitable y que lo tienen que acatar con resignación.
Nuestra profesora comentó:
—Como todas las causas hay mucho de pasión y poco de razón, y siempre hay sus enfervorecidos adeptos. Piensan que con la independencia conseguirán un país maravilloso y perfecto. Mientras el panorama presenta signos de todo lo contrario, con servicios básicos que empiezan a ser ineficientes y cierto abandono sanitario y un deterioro en prestaciones en servicios sociales. Dentro de ese fervor apasionado e irreal hay muchos jóvenes cachorros que se creen la utopía. Quizás como aquellos jóvenes franceses del mayo del 68 que proclamaban: «Sous les pavés, la plage!»
Nuestro marino mordaz remató: —Aunque eso nos suene muy poético, la realidad es que debajo del asfalto están las cloacas.
Empresario y consultor.