Las mentiras de la Diada
Manifestantes paseando una guillotina el 11 de septiembre.

Navegando a través – La Diada lejos de ser una fiesta del pueblo catalán se ha convertido en la manifestación de un sector, el independentista, excluyendo a otra parte del pueblo que se siente catalán, pero también español.


Mientras nuestro viejo marino sorbía el café no quitaba su vista del televisor, en el que se veían algunas imágenes de la agresión de los CDR a una reportera de RTVE y a diversos cámaras y periodistas que trataban de informar sobre el desarrollo de la Diada.

—Es apabullante como las mentiras se pueden acabar implantando en el córtex cerebral de un pueblo. La propaganda puede acabar sirviendo a los objetivos más bastardos hasta convertir en fanáticos y enloquecidos partidarios de las ideas más descabelladas. Tenemos muchos ejemplos a lo largo de la historia, tenemos muchos ejemplos de sectas con fanáticos irracionales. Lo malo es que la política debería hacer pedagogía para crear concordia y no servir a intereses fraudulentos.

 Los líderes políticos independentistas han venido usando la Diada para su propio beneficio y hacer de ello un mitin del día de la independencia, en lugar de hacer un acto de unión y festivo para todos los catalanes de cualquier sesgo.

Ese intento de escenificar a un pueblo oprimido ha calado y resulta sorprendente cuando cualquier comunidad autónoma española tiene muchas más competencias que un lander alemán, por poner un ejemplo. La opresión es una mentira.

Otro argumento espurio es que con la independencia se acabarían muchos problemas económicos, aquello tan manido de «España nos roba», cuando ha sido una comunidad beneficiada con infraestructuras e inversiones que les ha permitido en el pasado estar en la cabeza, mientras que la mala administración de los fondos y su desvío hacia asuntos que no aportan valor añadido, ni servicios reales a los ciudadanos hacen que sea una comunidad muy deficitaria, altamente endeuda y con un deterioro patente en servicios como la sanidad o los servicios sociales. Hay dinero para el Procés, pero no lo hay para pensionistas o para la sanidad de los trabajadores que pagan sus impuestos.

Existe otra realidad que se da de bruces con la petición de independencia. Estamos viviendo en un mundo cada vez más global y ya no existen países grandes o pequeños; ya que todos son pequeños para hacer frente a los desafíos que tenemos que afrontar. No es inteligente querer hacer microcosmos porque cada vez los retos de los países son más globales.

Además de un pueblo falsamente oprimido está otra falacia, la de un pueblo pacífico. ¿Cómo se puede considerar pacífico un pueblo que agrede continuamente a todo aquel que no está de acuerdo con sus ideas?

Se podrá decir que es un grupo radical y minoritario, pero el vacío que se hace en pueblos, barrios o escuelas a todos aquellos que no practican la «doctrina dominante» hasta llegar a ser intimidación y coacción, también es una forma de violencia; la peor, la mas sutil y malvada. Es racista, xenófoba y que solo aplican los países de ideología totalitaria.

La otra sería la del hecho diferencial, pero no es mayor que la que hay en diferentes regiones de otros países vecinos o comunitarios, como Francia, Italia o Alemania, y nos debería hacer reflexionar los daños que han hecho a la población las luchas intestinas en algunos países.

Nuestra joven profesora añadió:

—Lo cierto es que han vendido un relato épico de pueblo oprimido, cuando son ellos los que están oprimiendo. Han presumido de un pueblo pacifico cuando han desarrollado la peor de las violencias y no han parado de engañar y de escenificar mentiras.

Nuestro viejo marino concluyó:

—¡Quiero una Diada para todos! Nos pareció un buen deseo, aunque cada día parece más lejos de conseguirse.

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