Las sesiones para la investidura del gobierno nacional nos han dejado algunas perlas dignas de la hemeroteca, especialmente de Montserrat Bassa, sin duda hemos asistido a unas sesiones históricas.
El viejo marino esta mañana estaba incisivo, por lo que nada más llegar, sin apenas dar un sorbo al café, empezó a comentar:
—Hemos asistido a una investidura inusitada, bronca, con muy mal estilo y en la que se han cruzado varias líneas rojas. No es de recibo que para defender las ideas se tengan que romper las formas parlamentarias. El deterioro del nivel intelectual de nuestros políticos es muy evidente, salvo honrosas excepciones. Todo lo hemos rebajado a soltar exabruptos, hacer planteamientos peripatéticos con unos argumentos ridículos, incluso hemos escuchado velados chantajes y amenazas. Cuando se supone que el nivel cultural de este país ha mejorado en estos años, el pelaje de nuestros políticos es cada día peor. ¡Es patético!
Sin dar tregua el marino continuó:
—Ha habido unos cuantos sujetos que nos han dado muchos momentos de gloria, hemos visto cómo se pactado una investidura con delincuentes en la cárcel, con violentos que ahora cuando los oyes, parecería que eran los pájaros que disparaban a las escopetas. El mundo al revés. Aunque me gustó las intervenciones de Esquerra. Un día, ese intelectual, que nunca tendría que haber salido de reponedor de supermercado fue contundente con su amenaza. Por cierto —indicó con complicidad—, ¿No te parece que está echando un tipo de picador? ¡Cómo se nota que ahora dispone de economía y trabaja poco! Al día siguiente a Esquerra tuvo también una intervención gloriosa de Montserrat Bassa. Además de pegarles la bronca, de llamar verdugos a los socialista, con una perorata que me parecería oír a Chavela Vargas, con su voz rasgada, cantando aquella antigua canción, La Llorona. Escuchando sus intervención, sus lágrimas de cocodrilo y sus lamentos, Montserrat Bassa, en la tribuna del Parlamento, parecía que estaba cantando aquellos primeros compases de la canción: «no sé que tienen las flores, Llorona…»
—Querido marino —le reprochó la joven profesora—, eso me suena a falta de sensibilidad ante sufrimiento ajeno. Esa mujer respiraba por la herida porque su hermana está encarcelada.
El marino le repuso:
—Tienes razón, puedo entender su dolor desde el punto humano y familiar, pero no concibo a ningún diputado, que llegue a la tribuna de oradores porque un hermano suyo esté en la cárcel; pongamos, por ejemplo, por traficante de drogas, y empezar a lamentarse de no poder estar con su hermano, del sufrimiento de su madre y que no puede ver a sus hijos. La hermana de Montserrat Bassa es una delincuente, juzgada y sentenciada. Lo lógico es que pague su delito y cumpla la pena que le han impuesto. ¿O es que hay dos justicias según quién seas?
La joven profesora movía la cabeza, negando y con cierta cara de enfado. Mientras, nuestro marino, algo cínico, empezó a tararear de forma estentórea La Llorona, la canción de Chavela Vargas y dijo eso de las flores, que «cuando las mueve el viento parece que están llorando…» y el marino contestó a la joven profesora:
—Cada vez puedo ser menos tolerante a ese discurso mendaz, nos están vendiendo una patraña. Han conculcado las leyes, han abusado de su poder y a mí no me lo permitirían. Yo no puedo aparcar donde está prohibido porque la grúa se lleva mi coche, yo no lo puedo recuperar si no pago la tasa y la multa correspondiente. Yo no puedo dejar de pagar el impuesto de circulación, el IBI de mi casa sin que me la embarguen, yo no puedo abrir un establecimiento sin Licencia de Apertura, yo no puedo dejar de hacer la declaración de la Renta. Yo estoy obligado a cumplir las leyes y las normas. ¿Tienes un argumento válido por el qué si yo tengo que cumplir las leyes, los políticos puedan incumplirlas?
Mirándolo fijamente, la joven profesora le comenta:
—Pero los independentistas consideran que se han rebelado ante leyes que consideran injustas.
Las carcajadas del marino eran todavía más estruendosas:
—Y yo también considero que son injustas todas que me hacen cumplir a mí. Pero, querida amiga, no voy a dejar de contestar a tu argumento. Claro que hay leyes injustas, pero ellos, los políticos, son los que las pueden cambiar, pero todos estamos sometidos a las normas y las leyes. Pero hay que cambiarlas con toda la legalidad, legitimidad y respetando el derecho de todos. ¡Además a mí me «importa un comino»!
La joven profesora, no pudo callarse y preguntó:
—¿Tú crees que esa es una respuesta correcta, tú crees que es de recibo decir que te «importa un comino»? No me parece un comportamiento y un comentario adecuado.
El marino la miró con ternura y remató:
—Tú mismas te has contestado. Ese comportamiento no es de recibo desde el punto de vista personal, pero menos aceptable en un parlamentario en la tribuna de oradores. No se puede reclamar a los demás empatía y ser tan poco empática.
Estaba claro que rebajar tanto el nivel de nuestros políticos nos está dejando perlas impagables y mucha sensación zozobra. Mientras tanto, a nosotros, solos nos queda seguir mirando el mar y, de vez en cuando, navegar, aunque sea con el viento a través.
Empresario y consultor.