Terrorismo callejero.
Uno de los detenidos por la Policía Nacional acusado de preparar atentados.

Después del terrorismo callejero al que hemos asistido, quedan declaraciones estentóreas, rasgado de vestiduras, comentarios pusilánimes y descubrir que debajo había acciones terroristas en curso.


Nuestro viejo marino en estos últimos tiempos anda bastante taciturno, no le gustan las noticias que, además, no puede leer en los diarios catalanes porque el grado de contaminación y tendenciosidad es excesivo.

—Las verdades absolutas no existen, todo es matizable y objeto de muchas interpretaciones, pero hay cosas que no se deberían discutir por su evidencia y las informaciones de prensa deberían plasmarlas. Se puede opinar si nos gusta un día nublado, soleado o lluvioso, eso siempre puede ser objeto de muchas apreciaciones, pero si está lloviendo, es un hecho que hay lluvia. A veces parece que, en los medios cercanos al independentismo, se quieren negar o disimular las evidencias. Eso es preocupante y esquizofrénico como todo lo que estamos viendo.

Terrorismo callejero en Barcelona hoy.

Los episodios que se han vivido desvelan que no se trata de unos jóvenes —y otros no tanto— ejerciendo su libre derecho a manifestarse. Se trata de grupos organizados, financiados de forma significativa para ejercer actos de violencia y de intentos de desestabilización. Grupos cercanos al poder y a los líderes independentistas que han puesto en marcha acciones que pueden ser tipificadas como terrorismo callejero. Una deriva peligrosa e inaceptable.

Nuestra joven profesora intervino:

—Pero toda esa deriva se veía venir, no hace falta ser muy agudo ni sesudo para predecir que esa actitud, esa forma de hacer política, esos objetivos solo podían reportar perjuicios a largo plazo. Es muy infantil pensar que en un «divorcio» las partes ganen. En las guerras puede haber un vencedor, pero todos pierden mucho. Por eso es incomprensible el silencio cómplice o la clara adhesión al independentismo de algunos sectores.

Siguió el marino:

—Hace ya mucho tiempo que algunos sectores catalanes tenían que haber empezado a ser menos medrosos, haber ejercido una actitud más crítica y valiente. No se puede callar en momentos graves y hay que tener el valor de decir aquello del cuento de Hans Christian Andersen: «el rey va desnudo».

La duda está, en determinados sectores, entre sí ha sido una actitud de cobardía o que los intereses y prebendas que se han repartido desde la Generalitat han sido tan interesantes como para que compensase ese silencio cómplice del terrorismo callejero. Desde muchos sectores económicos y sociales hace tiempo que tendrían que haber dado paso a una mayor amplitud de miras y visión más realista de futuro. Las fantasías y los decorados quiméricos solo son atractivos mientras dura el espectáculo, pero cuando se baja el telón, cuando los actores se quitan el maquillaje solo queda la cruda y desnuda realidad.

Los sectores económicos y empresariales que en su quehacer diario están acostumbrados a aplicar el pragmatismo, la planificación, la anticipación y visión de futuro con objetivos realistas y siempre aplicando la sensatez, han pretendido creer que «eso era cosas de políticos» y que ellos debían mantenerse al margen, o prestarle su apoyo por razones de pragmatismo. Por eso las declaraciones de hace unos días del presidente de los empresarios pidiendo que se recupere la tranquilidad llega tarde. Como ejemplo, ellos podrían haber evitado que saliera un independentista tan poco ecuánime y estrafalario como Joan Canadell alcanzase la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona con tan solo un 4,55 % de participación. Lo fácil es mirar para otro lado, lo fácil es interpretar que esas son menudencias, pero poner límites, adquirir compromisos son ejercicios de responsabilidad y una declaración de cuál debería ser el camino correcto. Hay que saber poner límites.


Ahí nuestra profesora, asintiendo, quiso hacer alguna matización:

—Poner límites es un recurso necesario en todos los ámbitos de la vida. En educación infantil, a los niños se les pone límites. Las leyes marcan límites a nuestros derechos y obligaciones. La Agencia Tributaria, la Seguridad social nos ponen límites y plazos. ¿Por qué no es lo mismo para la política? ¿Por qué han pensado que los incumplimientos de las leyes no eran importantes? ¿Por qué han pensado que las instituciones no tienen límites?

El lamento de Foment es medroso y llega tarde. Hasta ahora ha parecido un silencio cómplice, y ahora un lamento infantil esperando que se resuelvan los problemas a base de supuestos «diálogos políticos» e incumplimientos de las leyes. Eso sí, a ser posible, que a esa burguesía acomodada no se les toque el bolsillo.

Nuestro viejo marino exclamó:

—A lo mejor los empresarios estaban tan centrados en el «tres per cent» y en pensar que las políticas catalanistas ayudaban a limitar la competencia desde otras partes del territorio nacional que no pensaron que todo esto podría tener estas consecuencias tan peligrosas. Nos miramos asombrados, nuestro marino como viejo lobo de mar está acostumbrado a navegar en aguas procelosas, pero todo esto no es un vendaval, más parece un huracán.

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